Sin Remedio
Envenenado por la traición y poseído por la ira iba vagando de aquí para allá, robando corazones y destruyendo almas. Todos mis actos alimentaban ese odio en mi interior, no me detendría hasta acabar con todo a mí alrededor o hasta que creyera que fuese suficiente, cada día que pasaba mi hambre por la destrucción aumentaba, ya era costumbre, solo buscaba vidas que probaran tan solo un poco de este intoxicante veneno. Apoderándome de vidas ante mí se surgió una extraña mujer la cual me extendió la mano y ofreció ante mi lo que podría ser el antídoto para acabar con este espeso veneno.
Estando en contacto directo con el veneno era obvio que con el tiempo apareciesen las consecuencias, el tiempo paso como el viento que extingue el fuego de una vela y su vida se extinguió, pronto me di cuenta que había sido el culpable, tras su muerte solo quedo una semilla de luz y un velo de sombra, por mi mente no dejaba de retumbar cual debía escoger, la locura se apoderaba de mi, la sensación del bien era grata pero el poder de la oscuridad era intenso, no sabia cual debía tomar. Ya conocía la sombra, así que proseguí a sembrar la semilla y a regarla, pero regarla ¿Con que?… por mi no dejaba de correr más que la espura de mi veneno.
Si quería curarme, debía encontrar el agua de vida para así regar la planta y que esta llenara mi alma. ¿Puede alguien hacedor de tanto mal aun poseer alma? La respuesta estaba clara siempre tenemos segundas oportunidades.
Ya no sentía odio en lo absoluto, solo miraba a lo lejos y me preguntaba que era en verdad aquel sentimiento, tome mi velo de sombras y me propuse a vagar nuevamente pero ya no era para destruir almas o robar corazones si no para encontrar quien me diera el antídoto, quien hiciera correr por mis venas agua de vida, si unos ojos pudieron ver a través del velo y darme paz temporal entonces no descansaría hasta encontrar unos nuevos ojos que pudieran ver dentro del velo nuevamente y así poder conocer la respuesta que se escondía tras el sentimiento que pronto retoñaría dentro de mi, una nueva vida, un nuevo camino.
A veces nuestro propio veneno es nuestro único antídoto…
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